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jueves, 29 de septiembre de 2011

47. Tatiana Sfiligoy



Tatiana Sfiligoy
200 ARGENTINOS /  A los tres años, con su hermana de dos meses en brazos, vio cómo un grupo de tareas encapuchaba y se llevaba a su madre. Fue anotada como NN y entregada en adopción. La lucha de Abuelas de Plaza de Mayo le permitió recuperar su historia.
Por Natalia Gelós 

Quedaron solitas, las dos hermanas, mientras los hombres de verde desguazaban su vida. Tatiana tenía tres años cuando los militares entraron en su casa de Villa Ballester y se llevaron a Alberto Jotar, compañero de su madre, Mirta Graciela Britos, y padre de Laura Malena, su hermana de dos meses. Era el 24 de octubre de 1977. A Oscar Ruarte, su propio papá, lo habían secuestrado en Córdoba, en 1976. Mirta trató de escapar con las nenas pero al ver que los captores la cercaban, las dejó junto a un cantero, en la plaza del barrio, y enfiló hacia la esquina contraria para despistarlos. Tatiana, con su hermana en brazos, miró cómo esos hombres encapuchaban a su mamá y se la llevaban. Horas después, un oficial que andaba de ronda las encontró. Fueron llevadas al Juzgado de Menores Nº 2 de San Martín, a cargo del juez Basso. Le preguntaron a Tatiana si sabía su nombre. "Tatiana Duate –dijo, la erre se le hacía difícil–. Y esa es mi hermanita." El juez ignoró los datos. Las anotó como NN y las separó. Tatiana fue a un hogar de niños, en Villa Elisa. Laura, a la Casa Cuna. 

Ese mismo año, un grupo de mujeres se organizaba para reclamar por sus desaparecidos. Eran las Madres de Plaza de Mayo. Entre ellas surgió, en unos meses, otro grupo, el de las Abuelas que buscaban nietos nacidos en cautiverio o secuestrados en allanamientos. Por sugerencia de un médico amigo, hasta ellas llegó María Laura Jotar en busca de Tatiana y Laura, con quienes había jugado una semana antes de que desaparecieran. "Era una mujer muy tímida, con grandes miedos, gran dolor, poco expresiva", recuerda Estela de Carlotto. 

El 20 de marzo de 1978, las nenas se volvieron a encontrar en un juzgado. "Mi hermana, después de seis meses, tenía hospitalismo", cuenta hoy Tatiana. Inés Tancar Ravbar y su marido, Carlos Sfiligoy, habían concurrido a ver otro bebé, para una posible adopción. Esperaban en el mismo pasillo en el que una mujer tenía en brazos a Laura. Inés preguntó por la niña y pidió cargarla. Ya nunca la dejó. Ni a Tatiana, sentada a pocos metros de la escena. El matrimonio Sfiligoy empezó los trámites de adopción de las dos niñas. Las hermanas comenzaban su nueva vida. 

–Mañana vamos a tomar el té. ¿Qué te parece si nos encontramos donde venden esas flores? 

Las Abuelas de Plaza de Mayo hablaban por teléfono en clave para citarse en la confitería Las Violetas, de Rivadavia y Medrano. Mientras fingían festejar un cumpleaños, firmaban cartas para el Papa y cotejaban datos. Se reunían también en las estaciones de tren, donde el tumulto de gente les servía de cortina. 

Hacia 1979, la organización Clamor, orientada por el obispo brasileño Evaristo Arns, ubicó en Chile a dos chicos argentinos adoptados. Abuelas pudo constatar que eran Anatole Boris y Eva Lucía Julien Grisonas y ese logro en el exterior intensificó la búsqueda local. 

Una abogada, Lidia Pegenaute, asesora de menores en La Plata, aconsejó a la abuela Jotar buscar en el juzgado de San Martín, con jurisdicción sobre la zona en la que habían desaparecido sus nietas. El 19 de marzo de 1980, Jotar y Carlotto –que siempre la acompañaba– se sentaron frente al juez Basso, quien las esperaba con un expediente sobre su escritorio. En una habitación contigua, Inés, la mamá adoptiva, aguardaba con Laura –rebautizada Mara– en brazos, y Tatiana sentada en una especie de camilla. Los Sfiligoy tenían buena voluntad. Habían optado por la verdad. 

–No les hable a las nenas, porque es muy traumático. Hable con el personal que está con ellas –ordenó el juez. 

Pero Jotar no se aguantó. 

–¿Vos me conocés a mí? –preguntó con su voz gutural. 

–No –Tatiana bajó la cabeza. 

A los 15 días hubo una segunda audiencia. Y ahí sí, recordó. 

A las Abuelas les bastó con que las nenas recuperaran su historia. No quisieron que sufrieran una nueva pérdida. Tatiana y Laura mantuvieron el apellido Sfiligoy. "Mi mamá adoptiva pudo sostener su maternidad y sostenernos a nosotras con esta historia tan fuerte", valora Tatiana. 

Al principio fue difícil. El miedo habitaba en la Argentina. En la escuela, la maestra le pedía a los Sfiligoy que no contaran la historia de las nenas. Cambiaron de colegio. 

En septiembre de 1983, en plena euforia electoral y con la dictadura militar en retirada, la abuela Jotar murió. 

Tatiana cuenta que durante años trató de esquivar los recuerdos. Pero cuando cumplió los 18 recortó una solicitada de actores en la que figuraban sus padres, que alternaban la militancia con el teatro y los títeres. Y decidió buscar ex compañeros de Mirta y Oscar. Se abrió a la memoria. Colaboró en Abuelas. Desde el 2000 asiste en el Área de Presentación Espontánea. Se recibió de psicóloga. Tiene dos hijas. Todos los 24 de marzo las lleva a la Plaza de Mayo. Su hermana eligió otro perfil, más lejano y sin militancia, pero conoció y asumió su verdad.

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