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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Pueblos olvidados: despertares


Pueblos olvidados: despertares

28.08.2011 | 21.23   |   FacebookTwitter
SOCIEDAD /  En la Argentina hay 602 pueblos en vías de desaparición. La experiencia de una asociación que impulsa su desarrollo a fuerza de proyectos que revitalicen su economía y su identidad cultural.
Por Denise Tempone 

La cifra habla por sí sola: según los resultados provisionales del último censo realizado en 2010, el 70% de los núcleos poblacionales de la Argentina cuenta con menos de dos mil habitantes. Esto significa que el extenso territorio de nuestro país contiene pequeños focos de reducidísimas cantidades de personas que, día a día, se las ingenian para no ser arrastradas por el olvido, el tiempo y los vaivenes económicos. En la mayoría de los casos se trata de pueblos que si bien supieron tener sus épocas de bonanza, hoy apenas luchan por subsistir o, simplemente, se dejan morir progresivamente, incapaces de encontrar ayuda para armar un nuevo futuro. 

Las razones por la que los pueblos suelen desaparecer son variadas. Entre las principales se pueden enumerar la finalización de la principal actividad económica que le dio vida, el deterioro de sus vías de transporte, la falta de inversión en mejoramiento de infraestructura y la falta de trabajo o educación formal. Marcela Benítez es la fundadora y directora de la Asociación Responde, una organización que impulsa el desarrollo social y económico de los pueblos rurales de la Argentina, especialmente de aquellos en situación de aislamiento, menor crecimiento y mayor pobreza. Para ella hay una ausencia que es peor que todas las anteriores enumeradas: la de proyectos a futuro. "Lo primero que hay que hacer cuando uno se acerca a un pueblo de los que solemos llamar ‘olvidados’ es despertarlos. Lo más importante para que un pueblo renazca es que sus integrantes tengan ganas de salir adelante en conjunto, eso es un requisito para nosotros: no se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado", explica. 

Marcela comenzó su particular misión mientras era investigadora del Conicet en cuestiones relacionadas a la geografía y la sociología. Su trabajo de campo reconstruyendo mapas con pueblos que ni siquiera figuraban, la hizo pensar que en realidad, muchos de los problemas que los llevaban al olvido, se podrían trabajar, mejorar y tal vez hasta solucionar. Surgió entonces la idea de fundar la Asociación Responde, que dio sus primeros pasos gracias al entorno de la investigadora que la ayudaba comprando rifas, cuyos fondos se destinaban a realizar los trámites formales para dar comienzo al proyecto. Cuando llegó la hora de trabajar, Marcela eligió seis pueblos gemelos en cuanto a cantidad de población, motivo de crisis y ubicación geográfica. 

"Decidí mandarles una carta contándoles del proyecto. Yo no sabía si iba a funcionar, por eso quise ver quiénes estaban más abiertos. Recibí una sola respuesta. Y era de una señora que había encontrado un sobre cajoneado por la autoridad del lugar. Ella estaba indignada porque le parecía que era una buena ocasión para ayudar a su tierra a salir adelante", recuerda. A partir de entonces, Marcela comenzó a coleccionar anécdotas como ésta, de esperanza y fuerzas colectivas, aunque también tuvo que ver la otra cara, la del abandono propio. 

"Muchas veces es el asistencialismo el verdadero motivo de que estén tan dormidos. Saben que si son empleados estatales y cobran a fin de mes no necesitan más nada, y entonces no hay proyectos y los pueblos mueren lentamente. Los intendentes no lo hacen de malos, lo hacen porque no conocen propuestas superadoras", explica. Por esta razón Renacer decidió complementar la asistencia, generando proyectos concretos con principio y fin, que sirven como guía de acción a aquellas poblaciones que están dispuestas a renacer de sus cenizas y refundarse. 


MEMORIA CONSTRUCTIVA. Lo primero que un pueblo olvidado debe hacer para empezar a despertarse es reconstruir su identidad. Esto se logra, según los expertos, a través de un trabajo emotivo en el que los habitantes recuperan documentos históricos, fotos y testimonios para fundar sus propios museos. También se organizan escuelas de oficio en las que las personas más adultas pasan su conocimiento a nuevas generaciones. La fundación de centros de reunión es también un punto fundamental para crear cohesión social. "Solemos reconstruir algún edificio importante que ya no está en funcionamiento o que está deteriorado para convertirlo en un centro cultural donde se enseñan actividades y se arman espectáculos. Además pequeñas cosas como abrir un lindo barcito bien equipado y decorado levantan mucho la moral de gente que no tiene comunicación entre sí usualmente. Hace que se reestablezcan las relaciones", observa. 

Otro de los puntos fundamentales tiene que ver con aprender a autoabastecerse. Se le enseña a cada familia cómo lograr una huerta completa, y con la ayuda de nutricionistas se explican las nociones fundamentales para alimentarse bien. Veterinarios y agricultores los instruyen acerca de cómo sembrar y cómo criar sus animales de manera sostenible. Finalmente, una vez que los objetivos básicos se lograron, se comienza a ver la posibilidades de compartir con pueblos vecinos en lo que se refiere a comercio, eventos y microturismo. 

Por estos días en que la responsabilidad social es moda para muchas grandes empresas, algunos pueblos poco a poco comienzan a ver cierta ayuda del sector privado que, a través de esta fundación, apadrina el crecimiento, pero que no alcanzan para suplir la carencia de trabajo público al respecto. 

La Asociación Responde trabaja actualmente en un proyecto que se inaugurará en noviembre, que agrupará a los pueblos en vía de recuperación en un website. Ellos darán difusión a los puntos fuertes de cada uno. "Mucha gente se va a dar cuenta de que hay mucho por descubrir. Por ejemplo, que existen casitas en venta por 10 mil pesos argentinos, que existen rincones soñados con gente buena y dispuesta a trabajar. Creo que es fundamental que replanteemos la política habitacional del país para que no todos terminen sintiendo que el único lugar donde se puede crecer es Capital Federal. Para los chicos criados en estos pueblos Capital es peligroso. Si no tienen oportunidades en sus lugares se van, y si se van, con la poca educación que tienen terminan viviendo marginalmente y expuestos a peligros cada vez peores. Hay que mirar para el interior y entender también que todos somos parte de lo mismo. Éste es un país enorme y rico, habría que aprovecharlo más inteligentemente", concluye.

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