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lunes, 3 de octubre de 2011

La onda expansiva de la AUH

"Lo que hicimos fue traducir las estadísticas económicas a prácticas sociales, conocer qué hacía la gente con la AUH y así construir indicadores sociales menos visibles, pero muy significativos para ser utilizados en políticas públicas”, advierte Mariana Melgarejo, antropóloga y coordinadora de la investigación. “Rastreamos el impacto en tres niveles: alimentario, educativo y sanitario”, agrega Gabriela Polischer, antropóloga alimentaria.
–¿Y qué encontraron?
M. M: –Trabajamos con entrevistas a madres, y por ejemplo muchas coincidieron en decir que ahora podían agregar una comida: “Empezamos a cenar”, nos decían. Esto no es sólo lo que se come, sino que tiene otros efectos sociales, como mejorar la comensalidad, la idea de “la familia en la mesa”. Otro punto que marcaron fue el de planificar gratificaciones. Las decían a los chicos, por ejemplo: “Cuando cobre, te compro el postrecito”; “Cuando cobremos, comemos milanesas”. Ahí hay un principio de planificación que antes no tenían, porque no había qué esperar: hoy disponían de efectivo pero mañana no se sabía. Este dato derriba el prejuicio que dice que los pobres “se gastan la plata enseguida”. Obviamente que cuando el horizonte de planificación es el hoy, no tiene sentido guardar el dinero o planificar en qué gastarlo más adelante. Pero esa conducta cambia cuando, aunque sea mínimamente, se puede planificar sobre un ingreso fijo de efectivo, aunque sea en pequeñas cosas como nos pueden parecer milanesas y postrecitos. Esto se contrapone al planteo de algunos sectores políticos que dicen que hay que mantener la AUH, pero condicionando en qué se gasta esa plata. Nosotros decimos que no, que la elección que hace quien recibe la AUH es la mejor que se puede hacer con ese dinero. Durante el relevamiento comprobamos por ejemplo que siempre se prioriza a los hijos. Una de las respuestas que más encontramos fue: “Antes cenaban sólo los chicos, ahora nosotros también cenamos”. También vimos que, a diferencia de lo que se piensa, muchos lazos comunitarios o de solidaridad se mantuvieron a pesar de las crisis del 2001. La AUH fortaleció esos lazos. Una mamá nos contaba que siempre habían tenido ganas de hacer un festejo en la calle: “Ahora vamos a juntarnos para hacer un festejo por el Día del Niño”. O sea, eran cuestiones que existían, que se planteaban, pero que no había con qué moverlas.
G. P: –Además del regreso de la cena como situación familiar (porque el almuerzo en estos sectores se resolvía la mayoría de las veces fuera de la casa), encontramos otros hábitos nuevos como optimizar la calidad de los alimentos, agregar más comensales a la mesa, o un mejoramiento respecto a las marcas. Tener la marca que se publicita como “buena” es una manera de pertenecer. Las mujeres te dicen: “Ahora puedo comprar fideos Matarazzo o Luchetti que no son como los que vienen en el plan alimentario que siempre se desarman”.
M. M: –El fenómeno de las marcas es muy significativo sobre todo en los postrecitos y lácteos en general.
G. P: –Para esas madres poder darles el gusto comprando el postre que sus hijos le piden porque lo vieron en una propaganda pone en juego su autoestima. Sobre todo el yogurth, más que el postrecito, porque el yogurth está más prestigiado como producto porque se lo ve como un alimento rico y sano. Son cuestiones clave porque sienten que son una “mamá buena”.
M. M: –Muchas madres mencionan haberse “metido” en pequeños créditos, para comprar electrodomésticos o equipar sus cocinas, por ejemplo, con ollas, platos, etc. Es interesante porque las cocinas habían desaparecido de muchas casas. También nos cuentan que apareció el crédito en comercios barriales, la famosa “libretita”. Esto es clave porque hay muchos alimentos que no se pueden comprar una vez por mes, cuando se cobra la AUH. Con la libreta, saben que los alimentos frescos o perecederos los pueden ir consumiendo sin necesidad de comprarlos todos juntos, como los lácteos, la carne. Pensemos que en muchos casos tampoco hay heladera.
Diego Díaz, que también es antropólogo alimentario y parte del equipo se suma a la charla y destaca: “Las familias comenzaron a generar instrumentos que, en cierta medida, tienden a funcionar como equiparadores sociales. Así, sectores postergados acceden a algo que otros sectores sociales lo consideran ya un derecho, como puede ser el acceso al crédito con tarjetas de débito o con otros instrumentos”.
M. M: –Hay que tener en cuenta que eran familias desmonetarizadas, que prácticamente no manejaban dinero en efectivo, mucho menos accedían al crédito, ni siquiera en pequeña escala. Por supuesto que la AUH no es una fortuna, pero el impacto es muy positivo.
D. D: –Para el primer decil de ingresos, o sea los más pobres de la escala social, la AUH representa un aumento del 80% de sus ingresos, si bien es poca plata, en términos relativos es fuerte.
G. P: –También es cierto que cada mamá recibe más de una AUH. Entonces vuelven las estrategias de consumo a un sector social que las había abandonado absolutamente. Muchas madres con tres hijos optan por gastar en un par de zapatillas de buena calidad para el chico más grande, por ejemplo. Eso es una estrategia, pensando en que tiene que durar. Además, en Capital Federal, casi no se ve esto de acceder a un crédito, pero en GBA sí. También hemos relevado varios casos donde ocurre que si un comerciante no le da un crédito a esa persona porque no le tiene confianza, se lo da al hermano o un familiar cercano, que tiene un trabajo en blanco o tarjeta de crédito. El beneficiario le paga al hermano y éste al comerciante. Allí hay un lazo que empieza a restituirse.
El equipo de investigación usó como insumos la Encuesta Nacional de Gastos de Hogares (Engho) y la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). La primera revela los diferentes rubros de gastos y los montos que los hogares le asignan. La EPH brinda información sobre ocupación, ingresos y condiciones de la vivienda. Sobre estos datos escogieron un subconjunto de hogares para hacer las entrevistas cualitativas. En rigor, el informe es el primero de una serie de relevamientos. En este caso lo focalizaron en los testimonios de las madres beneficiarias directas. La siguiente etapa se centrará en actores indirectos como comerciantes, profesionales de la salud, docentes. “Fueron decenas de entrevistas con las mamás, ni me acuerdo cuántas. Mucho mate, muchísimas facturas, mucho encuentro focal con ellas. Todo mucho”, dice Gabriela.
M. M: –Empezamos relevando el aspecto alimentario, porque creíamos que el primer impacto se iba a reflejar allí, pero no teníamos noticias sobre investigaciones que combinaran lo cuantitativo con lo cualitativo, ver qué quería decir en lo cotidiano que la gente tenga más ingresos, qué les cambiaba a partir de eso. Esta idea de la investigación la tomó quien era coordinador en ese momento de la Comisión Salud Investiga del Ministerio de Salud, el Dr. Iván Insúa. Consideraron de alta prioridad relevar el impacto de la AUH desde esta perspectiva, entonces se financió el proyecto que presentamos a partir de becas. Millonarios no nos hicimos, cada uno de nosotros vive de sus otros trabajos. Pero sin este financiamiento no podríamos haberlo hecho. A veces, para conseguir una entrevista en el barrio tuvimos que ir cuatro veces, desgrabar, cargar datos, fotocopias, impresiones, libros, viáticos. Fue un laburo bastante arduo. Si bien somos todos investigadores, no venimos avalados por la academia, lo nuestro era una iniciativa más militante, poner la investigación a mirar, desde una perspectiva política, qué pasa en el territorio.
Cuando enumeran las localidades donde estuvieron, la lista incluye Merlo, Laferrere, Matanza, Tigre, José C. Paz, Barracas, la Villa 31, Lanús, Villa Celina, Moreno y varias más. Primero empezaban con grupos focales. Allí planteaban un tema y esperaban a que las mamás hablen. “Con que hable una, hablan todas. De allí sacábamos quienes eran los entrevistados individuales”, apunta Mariana.
D. D.: –Además servía para sacarse las desconfianzas iniciales. Es como la academia que llega y ellas no saben para qué vas. Piensan que vas a sacarle la asignación y mil cosas más.
M. M: –Por eso fue importante el contacto con referentes porque ellos nos allanaban el camino. Sin embargo, en un par de lugares nos pasó que el referente nos filtró a personas que ya estaban condicionadas de antemano respecto a qué tenían que decirnos y decidimos desecharlas, no tenían validez. No nos interesaba que nos dijeran que estaban felices, también queríamos saber qué cosas no estaban bien. Una queja que apareció era que por mandar a los chicos a un colegio privado barato les sacaban la asignación. Mientras hacíamos la investigación, se abrió a los colegios con cuota baja y subsidio estatal.
D. D.: –Yendo a los efectos en la educación vimos que una cosa básica es que la madre prioriza la compra de útiles y guardapolvos. Esto juega mucho respecto a la estigmatización que las mamás nos señalaban cuando sus hijos tenían que ir con el guardapolvo del hermano, del tío o de otro familiar, o roto, o chico. Poder comprarles un guardapolvo lo marcaron como central.
M. M: –El Ministerio de Educación hizo un sondeo nacional que señala que en promedio la matrícula creció un 25%, sobre todo en el nivel secundario. Antes dejaban de ir porque tenían que cuidar al hermano más chico. De nuestras entrevistas vimos que ninguna madre había dejado de llevar a los chicos al colegio.
G. P: –Todas agradecen la obligatoriedad escolar. “Volví a llevar a mi hijo a los controles de salud”, nos decían muchas. Muchas mujeres que fueron mamás en la temprana adolescencia y que dejaron la escuela secundaria ahora vuelven. Ellas mismas te dicen: “Me muero cuando mi hijo me trae la tarea y no lo puedo ayudar porque no sé”. Es un dolor muy fuerte y permanente.
–¿Qué cosas habría que corregir de acuerdo a los resultados que relevaron?
M. M: –Y unas cuantas… A ver… La primera es que casi la totalidad de la gente cree que es un plan social. Sobre todo porque vienen con un recorrido desde la década del ’90 en la que conviven con varios planes sociales. Pero la AUH es la expansión de un derecho. No necesitás demostrar pobreza para cobrarla. Si trabajás en negro también la podés cobrar. Aún no se la ve como el derecho que tiene un hijo de cualquier trabajador ocupado, sino como un plan social que les vino de arriba.
D. D.: –Hay bastante desinformación. Incluso mucha gente nos preguntaba cuestiones burocráticas o administrativas, qué papeles tienen que llevar para cobrar, etc.
M. M: –A veces no saben ni dónde queda la oficina, o dónde tienen que ir.
D. D.: –Eso es un dato, porque la AUH, al ser administrada por la Anses rompe con el clientelismo, digamos. Y eso está muy bien, pero por otro lado te quita un montón de información porque antes cuando ibas al puntero, él te resolvía muchas cuestiones porque de eso dependía su caudal político, y por eso conocía todos los tejes y manejes burocráticos.
Luciana Miguel llega a la entrevista un rato más tarde. Es socióloga, y como el resto del equipo, docente universitaria. Tiene experiencia en el monitoreo de políticas públicas. “Está rezagada la cuestión de la infraestructura, sobre todo en salud y educación. Faltan aulas, faltan pediatras. Es muchísima la gente que mejoró su calidad de vida con la AUH, pero es tanto el caudal de personas que al Estado le cuesta mucho absorber semejante volumen de gente, más aún cuando desde el mismo Estado se exige el cumplimiento de la escolaridad, lo que está muy bien, por supuesto.”
G. P: –Sin dudas, hay que mejorar la comunicación. Las mamás están conformes con que se les exija estar al día con la vacunación. Pero se quejan de ciertas demoras, hacen enormes colas para que les firmen la libreta. Lo hemos visto. Son muchas madres quejándose de que cada día que hay firma de controles el sistema colapsa por la falta de pediatras. Esto también atenta contra la profundidad de los controles porque los médicos muchas veces no dan abasto. Más allá de estas quejas, todas valoran el control sanitario y muchas volvieron al sistema de salud aunque sea para cobrar la AUH.
M. M: –Para quienes tienen hijos de cero a seis años, un requisito es que estén inscriptos en el Plan Nacer. Entre 2009 y 2010, la inscripción en este plan se incrementó un 71%. Los médicos atribuyen el aumento directamente a la AUH. Este sí es un dato cuantitativo.
L. M.: –Una pediatra nos comentó que no sólo se llegó a los niños, sino también que se amplía a las mamás que ya venían atrasadas respecto al calendario de vacunas. Se amplía el espectro de población bajo el sistema de salud.
D. D.: –Aunque de manera indirecta, también incide en la salud el dato de que se empieza a comprar artículos de limpieza para la prevención.
M. M: –Una mamá nos contó que pensaba que su hija no hablaba bien, pero que en realidad en los controles descubrieron que era un problema de audición. Antes no se enteraban de esta situación hasta que su hija llegaba a la edad escolar. Aparecen muchos problemas y patologías más tempranamente, porque antes no iban al médico.
Los números fríos de la AUH dicen que hasta el mes de abril de este año cubría a 3.549.665 niños y adolescentes y a 1.889.458 titulares según las cifras oficiales. El 48,6% de esos titulares cobró la asignación por un solo hijo, el 27,9% por dos, y un 23,5 por tres. Números impactantes pero estáticos.
M. M: –En realidad, todo nuestro trabajo se trata de pensar a la investigación científica en términos de militancia política. Uno puede investigar para escribir papers, para ser leído por el mismo grupo de investigadores de la ciencia que uno hace. Nosotros pensamos que se puede investigar para construir discurso político en relación a lo público, sobre datos sólidos y bien construidos, que no es lo mismo que hablar desde el sentido común o desde las posturas estrictamente ideológicas. Esto es un poco lo que dijo la Presidenta: “Meter la calle en la universidad y meter la universidad en la calle”. Que el profesional y el investigador den respuestas a la cuestión pública, para nosotros debería ser una obligación y lo sentimos como un compromiso. De esto se trata todo el trabajo que hicimos y el trabajo que estamos por hacer.

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